Los llamados “ugly ads” se han convertido en una tendencia inesperada dentro del marketing digital, desafiando el ideal clásico de que un anuncio debe lucir impecable para ser efectivo. Estos anuncios, cargados de colores saturados, tipografías que chocan entre sí y composiciones aparentemente descuidadas, no son un descuido creativo: son una estrategia. En un ecosistema donde todos compiten por verse perfectos, lo “feo” se convierte en un arma para destacar y captar la atención del usuario desde el primer segundo.
La razón principal de su efectividad radica en el contraste que generan frente al contenido habitual de las redes sociales. En un feed inundado de imágenes elegantes, minimalistas y visualmente coordinadas, un anuncio que rompe por completo esa armonía funciona como una interrupción abrupta. Esa ruptura obliga al cerebro a prestar atención, aunque sea por curiosidad o sorpresa. Lo que parece un diseño amateur, en realidad, está cuidadosamente pensado para activar ese micro–segundo extra de atención que puede definir si el usuario continúa haciendo scroll o se detiene.
Los ugly ads también explotan la percepción de cercanía y autenticidad que hoy buscan muchos usuarios. Al no parecer producidos por una gran agencia, transmiten un aire más espontáneo y “real”, como si vinieran de una persona común y no de una marca. Esto resulta especialmente útil para negocios pequeños o marcas nuevas que quieren conectar con audiencias cansadas de la estética perfecta. En ciertos nichos, lo rústico, lo crudo y lo “mal hecho” se sienten más honestos que los anuncios diseñados al milímetro.
Otro aspecto clave es que estos anuncios permiten a las marcas probar y fallar rápidamente sin grandes inversiones. La facilidad con la que pueden crearse fomenta la experimentación continua: titulares distintos, combinaciones llamativas, mensajes directos y hasta humor visual. Muchas campañas descubren insights valiosos gracias a estos tests, ya que los ugly ads evidencian qué impulsa la acción del usuario más allá de la estética. A veces, un mensaje poderoso con un diseño feo supera por mucho a un anuncio hermoso pero vacío.
En última instancia, los ugly ads demuestran que la publicidad digital no se rige por las mismas reglas que el diseño gráfico tradicional. La efectividad no siempre depende de la belleza, sino de la capacidad de sobresalir, conectar y provocar una reacción. En un mundo donde la saturación visual es enorme, apostar por lo imperfecto puede ser un movimiento audaz y sorprendentemente rentable. Lo feo, en publicidad digital, no solo llama la atención: vende.


