En el mundo de los videojuegos, usar franquicias no es algo al azar, sino una decisión bien pensada basada en cómo se comporta el mercado. Todo se centra en aprovechar el vínculo que los jugadores tienen con universos que ya conocen y aprecian: esa familiaridad genera confianza, y la lealtad se transforma en una ventaja competitiva.
Al apoyarse en propiedades intelectuales que ya son conocidas, las franquicias proporcionan una base sólida desde el principio. Esto significa que los lanzamientos, expansiones o spin-offs ya cuentan con un público dispuesto a recibirlos, lo que reduce bastante los riesgos que vienen con títulos nuevos que necesitan tiempo y esfuerzo para captar el interés.
Por si fuera poco, estas marcas pueden ampliar su influencia más allá del juego en sí, incursionando en merchandising, licencias, series, películas o colaboraciones con otras plataformas. Este enfoque no solo diversifica las fuentes de ingresos, sino que también fortalece la presencia cultural de la franquicia, convirtiéndola en un activo valioso a largo plazo.
Elegir franquicias reconocidas en el mundo de los videojuegos es más que un simple enfoque comercial; es una estrategia astuta para construir un negocio. Su verdadera fortaleza está en que alimentan una conexión real con los consumidores, creando un ciclo sostenible de innovación, impacto cultural y ganancias continuas en un mercado que cada vez es más competitivo.